AVANCES, AUTORES, FICCIÓN, NUEVAS VOCES

Sombra, un cuento de Mar Melendez

Fotografía Rafael Bossio @kabezarodante

Esa mañana la sentí un poco rara, incluso cabizbaja mientras que yo tenía la frente en alto. Entré a la cocina buscando algo para comer, nada me apetecía. Mi sombra estaba un poco más gruesa, me pareció algo sospechoso, pero cuando caminé hasta el baño y ella decidió no seguirme, la sospecha se hizo latente. De manera que ella respondía sola por sus movimientos, y yo que pensaba que eran pura imitación de los míos.

Quise llamarte y contarte, pero al principio tu no contestabas el teléfono, luego cuando dijiste aló, mi sombra ya estaba a mi lado y no pude más que preguntarte cómo habías amanecido, tu respondiste: no sé, creo que ha sido una mañana un poco extraña. Yo respondí: totalmente de acuerdo, te llamo luego para saber cómo sigue esta extraña mañana y colgamos.

Mi sombra me miró, no tiene ojos, pero ese día sentí que me atravesaba con la mirada, y me dejó la sensación de que podría también atravesarme el pensamiento. Algo estaba pasando y decidí averiguarlo. Fingí dormir, quizás así se trasladaría a algún lugar y podría seguirla. Pero no funcionó porque el cansancio me jugó una mala pasada y quedé profundamente dormido.

Para cuando desperté habían pasado cinco horas y me sentía muy cansado y sin hambre, sin embargo me acerqué al refrigerador e intenté comer algo. Fue en vano, al mínimo contacto vomité lo que había ingerido.

Mi sombra crecía, ya me sobrepasaba casi diez centímetros. Caminé al baño, había poca luz y no sé por qué, creí que no me seguiría hasta allí, me equivoqué. Intenté llamarte, pero tu teléfono parecía mal colgado. ¿A quién más acudía? Sabía que no era el cansancio el que me estaba haciendo creer cosas que no eran. ¿Pero quién creería la historia de que mi sombra estaba tramando algo contra mí? Era absurdo. El cansancio me venció nuevamente y caí rendido, desperté a la mañana siguiente, aún más débil y casi sin color. Mi sombra por el contrario se veía fuerte. Como pude, cogí el teléfono para llamarte, sentí tu voz débil, y dijiste que te sentías extraña. Extraña parece ser la palabra para ese día. Yo tampoco podía hablar muy bien, te dije que de inmediato saldría hacia tu casa, y al colgar lo intenté, te juro que lo intenté, pero no pude, caí al piso cansado, débil, deshidratado. Estuve a punto de dormirme, pero hice un acopio de fuerza y solo lo fingí: necesitaba saber qué estaba pasando.

No sé con certeza cuantos minutos habían pasado desde que empecé a fingir que dormía, pero de repente vi como mi sombra acercaba lo que creo era su boca a mi muñeca derecha y empezaba a succionar lo que parecía mi esencia. No puedo explicar cómo ni qué era lo que la componía, porque cuando quise reaccionar, era demasiado tarde. Ella empezó a reír a través de mí, y miraba mis brazos. Se levantaba del piso con mis piernas y vocalizaba a través de mi boca, y yo seguía e imitaba involuntariamente sus movimientos. La sensación de levedad y pérdida me acompañaban, y me vi totalmente negro y unido a aquel cuerpo que anteriormente era mío.

______________________
Marleys Meléndez Moré
Profesional en lingüística y literatura de la Universidad de Cartagena, especialista en Promoción a la lectura de la Universidad Veracruzana y actualmente cursa la Maestría en Estudios de la Cultura y la Comunicación en la Universidad Veracruzana en México. 

0 comentarios:

Publicar un comentario

Nos gustaría saber su opinión. Deje su comentario o envíe una carta al editor | RC