AVANCES, AUTORES, FICCIÓN, NUEVAS VOCES

Tres escenas para títeres, por Nikai Igaido



Laberinto 3
(Memoria)


(En un escenario oscuro donde sólo se ve una mesa, una pequeña cama sobresale. Una pequeña cama y adentro de ella bajo las mantas, recostada su cabeza sobre almohadas altas, un títere hermoso que representa a una mujer joven y enferma. Eso es todo. Una habitación. Desde el fondo se acercan dos inmensas sombras, los titiriteros vestidos de negro. La titiritera espera y su sombra apenas se entrevé. El titiritero se acerca más y entra de un modo más pleno al chorro de luz cenital que ilumina la mesa; lleva un muñeco en las manos que representa también a un hombre joven pero su rostro no es hermoso sino deformado por el miedo y la duda. El titiritero juega con el títere detrás de la mesa, le da vueltas en el aire, lo contorsiona extrañamente, cosa a la que el muñeco no se resiste: se deja manipular como si en ello encontrara un placer de movimiento. En un momento dado el titiritero aterriza sobre la mesa los pies del muñeco y entonces toda su energía se enfoca en la cama donde está la otra muñeca, es evidente que quiere llegar donde ella y hablarle).

Títere de Hombre Joven : (Se acerca mira a la mujer dormida, dice como para sí:) Hermana.

(La titiritera se acerca desde la penumbra y toma posesión de la muñeca. Es un momento intenso, como si energía de pronto reanimara un cuerpo. Viene de atrás, y sus manos evidentes son como aves que se posan sobre la Títere de Mujer Joven que hasta ese momento estaba dormida.)

Títere de Mujer Joven: (Se despierta) ¿Usted? ¿Cómo?
T.H.J: (Emocionado) Les pedí que me dejaran entrar... lloré... sólo les pedí estar a solas con usted un momento. (Se detiene a tocarle la cara...) Hermana...
T.M.J: (Le retira la mano de la cara, como asustada o preocupada de repente) No me diga así que pueden estar cerca.
T.H.J: ¿Pero ahora qué importa?
T.M.J: Importa... Él nunca me dijo si sí o no (Señala al titiritero),  yo le pregunté, le insistí, al final sólo me dijo que no sabía.
T.H.J: (El titiritero abre inmensamente su boca como si fuera a reír, pero no ríe, justo antes de la carcajada se detiene y vuelve a la expresión neutra con la que se le conoció antes, como si no estuviera presente en estos dramas pasionales de muñecos) ¿Que no sabía? Si cuando hemos hablado nunca me lo niega. Me da mucha rabia que sea tan...
T.M.J: No, mejor no hablemos otra vez de esto... (Baja la voz) Ya sabes que para mí tú eres mi hermano, pero no podemos decirlo en voz alta, eso es todo... mejor no hablemos de él,   (Señala vagamente la sombra gigante de hombre que hay detrás del otro muñeco, éste intenta mirar atrás  de sí pero al parecer no ve nada)... Igual, hablar de eso es perder el tiempo y más ahora que sabemos que ella ya está acá.
T.H.J: No la nombres, por favor, ella es precisamente lo que no se sabe (La titiritera en este punto mira para todos lados, lentamente, como preocupada de que la puedan estar viendo, pero no asustada, más bien con una mirada incisiva de serpiente, después de un momento de revisarlo todo y tal vez al no sentir ningún peligro de ser vista vuelve a posar su mirada fría sobre la muñeca). Yo todavía te quiero ver feliz, jugando conmigo, separarnos justo ahora que estamos juntos...
T.M.J: Yo sé que te duele, pero no podemos hacer nada... (Silencio) Pero no te quedes así (Una luz azul invade la mesa, ella se incorpora en la cama hasta sentarse), siempre podemos imaginar los campos que no caminaremos, y soñar los atardeceres que no veremos... tú eres tan dulce cuando quieres... sueña un poco para mí esos campos ¿si?, y cuéntame de esas tardes, tu sabes que es más lindo porque nunca han sido y ya no van a ser posibles.
T.H.J: Hablas como si la conocieras, pero te repito que ella es precisamente lo que no se sabe... (La titiritera vuelve a repetir su mirada incisiva sobre el espacio, pero esta vez parece un poco más incómoda, además de mirar olfatea, olfatea ruidosamente.. se acerca al Títere de hombre Joven y lo huele profundamente, después de olerlo vuelve a su posición neutra. Todo esto debe hacerlo sin que en lo posible se noten alteraciones físicas de la muñeca que manipula; no debe nunca separar sus manos de ella)      
T.M.J: Mejor cuéntame una historia, no digas cosas que ya sé. Nadie la conoce, pero yo puedo sentir que ella ya está presente (De nuevo la titiritera se siente aludida, esta vez su mirada es un poco nerviosa, y en su cara se dibuja una sonrisa antes de volver al estado neutro)
T.H.J: ¿Puede ser una historia triste?
T.M.J: Sólo si no significa nada.
T.H.J: Es muy difícil.
T.M.J: Entonces más bien inventa para mí todos los recuerdos de los juegos que no jugamos cuando niños (la luz cambia de azul a roja y a amarilla una y otra vez rítmica y suavemente) voy a tratar de recordarte, en esos días, debiste haber sido un niño muy lindo, parecido a mí.
T.H.J: (Sonríe) Ese juego me gusta, podemos incluso recordar la casa donde no vivimos, sus largos corredores, su patio interior tan grande bajo cuyas plantas altas no nos acostamos.
T.M.J: Sí... ¿te acuerdas de los gatos?
(Una suave música alegre empieza a sonar)
T.H.J: Claro, a ti te gustaba más jugar con ellos.
T.M.J: Tú eras uno de esos niños que prefieren siempre lo que no tienen. Dragones, gnomos, apariciones... yo nunca pude entender bien por qué no te bastaba con los gatos. Para mí los gatos y los buhos son más increíbles que esos gnomos que nunca pude ver.
T.H.J: Yo una vez vi uno, y cuando te conté dijiste que me creías, pero yo sabía que no. A mí me hubiera gustado ser uno de esos gatos.
T.M.J: ¿Y no recuerdas cuando te disfrazaste de gato?
T.H.J: Sí, (sonríe) era una broma... era para que me acariciaras pero maullé tanto en tus brazos que todos se escandalizaron, tus tías, tus primas... tú estabas vestida de Atenas.
T.M.J: Lo mejor fue la cara de mis tías cuando tú te paraste bamboleando la cola y les querías pegar con ella como si fuera un látigo.
T.H.J: Hasta tu papá se rió ese día. (Se corta la música y la iluminación vuelve a ser tan simple como al inicio. El titiritero abre inmensamente los ojos. Y dice en voz alta: “¡No!, yo no estuve en esa fiesta”. Y luego sonoramente escupe en la muñeca y después en el muñeco. Ellos parecen no darse cuenta. La titiritera mira complacida al titiritero mientras hace todo esto, sonríe sutilmente. Después de escupir el titiritero vuelve a su expresión neutra).
T.M.J: (Se acomoda en la cama, carraspea, seria de repente) ¿Mi papá? La verdad no me acuerdo si él estaba... (Se quedan callados y se miran... él se acerca para tocarla, mira al suelo, lentamente. De un momento a otro ella grita contenidamente y se lleva las manos a la cabeza) Me ha comenzado a doler de nuevo, creo que está vez será más fuerte, vete, no quiero que me veas... y si ella me lleva quiero que sepas que no importa (La titiritera vuelve a abrir los ojos, mira a todos lados y dice, como dirigiéndose especialmente al Títere del Hombre Joven, su voz es lenta y profunda: “¡Tres veces, tres veces me ha nombrado!, tranquilo joven, ¡sólo te volverá a hablar en sueños!”, ríe, es grosera, burda por momentos como una hiena con su larga carcajada, babea. Luego vuelve a mirar neutramente a su muñeca, ella continua hablando, es evidente que ninguno de los dos títeres ha escuchado nada), imagina cualquier cosa y será un recuerdo compartido... los muertos nos acomodamos bien en todas las memorias (intenta sonreír) por eso es cierto... vete, llama a la enfermera. Discúlpame, perdóname (bajando la voz) hermano...
T.H.J: No digas eso, trata de ser fuerte... voy por la enfermera (sale corriendo).

(La Muñeca se queja cada vez más y se pone una almohada en la boca para asfixiar un grito. Entra la enfermera seguida de un grupo. Con ellos viene el Títere del Hombre Joven que no se atreve a atravesar la puerta y se devuelve. La puerta la cierra el último familiar que entra. La titiritera alza el cuerpo de la muñeca y se lo lleva. La luz se corta y todo es más oscuro incluso que al principio.)



Laberinto-1   

En un espacio teatral oscuro, abierto únicamente en el frente para los espectadores, un espacio digamos de 3 metros de ancho, tres metros de fondo y dos de alto, suenan pesuñas, pesuñas corriendo sobre la arena. Poco a poco sobre las paredes oscuras del fondo, de los lados y de arriba empiezan a aparecer diminutas luces brillantes organizadas según la imagen de un mapa estelar de una noche de San Juan (la noche del 24 de junio) en las coordenadas 35º N 24º E, que son las coordenadas de Creta. A pesar de las pequeñas luces sigue oscuro, pero se empiezan a escuchar al fondo pesuñas que corren sobre la arena y también los bufidos ocasionales de un toro, sus respiraciones que varían de volumen, desde el susurro hasta la inequívoca respiración de un toro exhausto. En oscuridad, desde  que aparecen por completo las estrellas, transcurre un minuto. Poco a poco, y al tiempo que el sonido de los bufidos y la respiración del toro, se escucha un gentío lejano que chifla y aplaude a lo lejos. A veces suenan cornetas. Es ambiente de fiesta, se escucha cada vez más fuerte esta alegría exaltada junto a la respiración del toro, incluso a veces se distinguen algunas ¡vivas! lejanas y también sonido de cornetas. Pasados treinta segundos desde que se escucha por primera vez la muchedumbre y a medida que sube su volumen tres luces rojas frontales que nacen desde el piso a  treinta centímetros una de la otra y que tienen su foco en la pared del fondo del escenario empiezan a alumbrar paulatinamente a dos figuras diminutas enfrentadas: una es la de un toro, otra la de un hombre con espada. Las dos figuras son rojas, casi invisibles ante la luz y es su sombra grande en la pared del fondo lo que más se ve. A medida que sube el volumen del gentío y la luz es más fuerte, las dos figuras se acercan con un mecanismo que tiene un sonido amplificado y que recuerda el segundero de un reloj, y mientras esto sucede empiezan a sonar eventualmente el sonido del flash de una cámara y cada sonido es acompañado por el repentino fulgor de alguna de las estrellas que  rodea el escenario. Mientras las figuras siguen acercándose es más y más frecuente el fulgor explosivo de la luz de algunas estrellas acompañados por su sonido fotográfico y este fulgor hace que se desdibuje por instantes la sombra del toro y el torero en la pared. Cuando las dos figuras finalmente se encuentran el volumen del gentío es lo más fuerte posible, la luz roja es también muy fuerte, de pronto hay un gran flash, las figuras caen, las luces rojas se apagan y cuatro luces color día se activan en cada una de las esquinas de la pared superior del escenario iluminándolo todo: ahora se ve que junto a la pared del fondo había un grabador de cinta magnética que todavía gira, de repente de una de las paredes laterales entra una mano y hundiendo un botón rojo apaga la grabadora y todos los sonidos de la escena cesan. Así, en silencio y con las cuatro luces día del escenario encendidas transcurren doce segundos, después la mano hunde de nuevo el botón rojo del grabador y las figuras del toro y el torero vuelven lentamente con sonido de segundero a sus puntos de origen y empieza a escucharse la voz de un hombre que sale también del grabador. A medida que la voz del hombre habla las cuatro luces día encendidas empiezan a apagarse y cuando la grabación termina todo está exactamente como al inicio de la escena. En ese momento y pasados algunos segundos vuelve a repetirse todo hasta el punto que el director quiera.

Texto de la voz de Hombre en el grabador:

Las pesuñas no se escuchan, cuando pasan al lado de uno las pesuñas sólo se perciben como arena levantada entre las patas. La historia es antigua: entre las luces nos buscamos para hacernos foto, para aparecer entre los ojos, vida de la gente. Queríamos un lugar así, que nos recordara el laberinto al medio día, y también tenía que estar el rojo que brillante es lo que los dos tenemos dentro y que nos une. Aparecimos solos, justo en el instante de esta representación teatral y nos perseguimos, nos buscamos en todos las imaginaciones, todos los sueños, las pinturas, desde los tiempos del primer sacrificio, acaso en Knossos. El plateado de las playas de Creta en ciertos días luminosos también tenía que estar acá. Creamos el escenario donde aparecemos, donde somos, cruzamos el río juntos y bailamos. Las pesuñas no se escuchan, no somos sonido, sólo imagen detenida, y al fondo, claro, tenía que estar esa barrera circular que representa, que es también, un callejón del laberinto. El laberinto no es cerrado, es abierto, y en su playa abierta al sol del medio día se va la sombra del suelo y puede aparecer el mayor prodigio que es la muerte: él siempre busca que yo muera y yo también busco que se muera, pero la muerte la alejamos con la luz en esta escena que perpetúa a eternidad la danza.


Laberinto -2


Preliminares:

En una mesa hay un marco de dos metros de ancho por uno y medio de alto, el marco es sostenido por dos manos que salen de la mesa y que lo empuñan desde la base de lado y lado. Las manos pueden ser de cualquier material, pero es importante que impriman la sensación de que son manos de verdad las que sostienen desde las dos esquinas este marco. Justo en el centro hay otro marco más pequeño de cincuenta centímetros de ancho por treinta centímetros de alto sostenido por un cordel negro atado del travesaño superior del marco grande. Ambos marcos son parecidos y sería bueno que tuvieran algún tipo de trabajo de ebanistería que los orne, esto para buscar que atraigan la atención sobre su ser de marcos. A ambos lados y arriba del marco superior una tela negra se extiende ocultando todo lo que está afuera, y detrás del marco pequeño también se extiende una tela negra, dejando solamente el espacio suficiente como para que algunos objetos se muevan ahí detrás del marco pequeño; este sería el telón de fondo.

En un primer momento en la escena sólo se ve un diminuto títere de guante que representa a una persona bastante común (y aquí cada uno imagine lo que quiera) sentado en una silla mecedora en  la esquina derecha, sólo esto y el marco pequeño colgado en la mitad del espacio.        

Primer momento:

Después de unos momentos en silencio empieza a reclinarse la silla, y este ir de una lado al otro pendular, tan característico de las sillas es singularmente sonoro y pareciera atraer sonidos del campo o de la selva ya que inexplicablemente muchos insectos, pájaros, trotes de animales, ocasionales peleas fieras se empiezan a escuchar a lo lejos cada vez más fuerte a medida que la silla se inclina y se reclina más y más rápido. Ahora es completamente evidente que alguna relación tiene que haber en todo esto, pero al menos por ahora es un misterio.

De un momento a otro, por la izquierda, entra un muñeco de cuerpo entero, vestido de persona bastante común (y aquí también cada uno imagina lo que quiera), empujado por una mano, vestida de azul, desde la espalda. Justo en el momento en que este muñeco empujado desde la espalda entra, el sonido de los animales y el reclinarse de la silla se detienen al parecer coincidencialmente, aunque en el aire queda una inquietante incertidumbre de si no se estará ocultando alguna cosa. El muñeco entonces se desplaza muy lentamente en dirección del marco pequeño colgado en el centro, no camina, es empujado y no opone resistencia a esa mano azul que es casi del tamaño de su espalda, sin embargo sus manos, y este detalle, también inquietante, no señalan la dirección hacia la cual lo arrastran, sino que señalan la dirección contraria, pero ¿y cómo podría oponer resistencia?

En el momento que surge esta legítima pregunta entra una mano roja desde la derecha, y en su paso, empuja la silla ya casi olvidada de la derecha que empieza a balancearse de nuevo con su ya casi conocido, pero no por eso menos inexplicable, acompañamiento insecto-animal-musical con el que desde ahora se le reconoce. La mano roja, después de empujar la silla sigue su camino, es claro que no le importa nada todo ese ruido, o es sorda, porque no se altera, sólo sigue, va al encuentro del muñeco que en este punto ya casi ha llegado al marco pequeño y lo empuja desde el frente hacia atrás impidiendo que avance; incluso algunas veces le gana terreno a su opositora pero entonces siempre la mano azul lo recupera. Ahora nuestro muñeco ya tiene las manos arriba, seguramente como suplicando, y la fuerza de las dos manos hace que de vueltas, vueltas y más vueltas en medio de ese extraño cuarto con marco que ahora vemos. En ocasiones, dando vueltas pasa por en frente del intrigante marco central colgado y cuando esto pasa y por el breve instante en que lo cruza se enciende una luz azul, si viene de derecha a izquierda, o también mientras lo cruza, es roja la luz si se devuelve.

Cuando es evidente que nuestro muñeco está cansado y casi angustiado por esta inusitada y violenta manipulación a la que se le somete, y tal vez ya se han prendido las luces  rojas y azules unas tres veces, se escucha un grito al fondo que poco a poco va subiendo la intensidad hasta hacerse bastante abrumador y es evidente que aunque al principio no era un grito de él, ahora el grito casa exactamente con un grito de la nunca escuchada hasta ahora voz del muñeco vapuleado. Mientras el grito llegaba a estos niveles de unión con el ser del muñeco, éste había seguido dando vueltas, girando entre las manos roja y azul e incluso se levantaba por momentos del suelo con las manos abiertas como si fuera un helicóptero que hace los primeros intentos para despegar. Al terminar el grito nuestro muñeco cae al suelo abandonado por ambas manos, extenuado y las manos también se retiran. Ahora sólo está la silla que ha seguido moviéndose desde que la mano roja la empujara y los muchos insectos y animales que afuera acompañan a nuestro personaje con su ruido.

Segundo momento

Inesperadamente la mano roja aparece de nuevo y levanta el títere que hasta ahora sólo había sido un espectador en su silla. El títere que ahora es levantado por la mano vuela por todo el escenario y se acerca y parece estudiar el cuerpo de nuestro muñeco tirado en el piso. Se acerca a él desde el aire, lo huele, lo inspecciona, y después se aleja; al parecer va a volver a sentarse en el sillón pero a último momento se devuelve y de manera decidida se calza en la mano del muñeco que la mano roja que lo lleva ha levantado previamente.

Ahora es evidente que el títere ha poseído al muñeco, que lo dirige inexorable desde la altura de su brazo levantado. En un primer momento el títere no sabe qué hacer con su nuevo cuerpo, se queda quieto, pero después lo hace girar y se nota que la mano roja es su aliada porque es ella la que aplica la fuerza muscular que anima al muñeco. Da vueltas ahora por una de las mitades del extraño cuarto el muñeco del títere, cuidando nunca de ponerse en frente del marco que ahora en realidad también es un espejo, a veces salta y se eleva por los aires y es grácil y fluido su movimiento por los aires, incluso a veces parece detenerse mágicamente por los aires, y baila como si fuera un bailarín encantado que ha encontrado la forma de nunca tocar de nuevo el piso: cruza hasta la otra mitad del cuarto pero lo hace por los aires sin ponerse nunca en frente del espejo. Al volver a la tierra el muñeco del títere se sienta en la silla reclinable y parece pensar pero es en realidad el títere el que piensa. Al sentarse detiene la silla que a su vez acalla la música animal de afuera, ahora está todo en silencio de nuevo.

Tercer momento      

El muñeco del títere rompe su inercia al observar cómo por el pequeño marco central colgado sale humo, este humo lo inquieta porque tiene el presentimiento de que está oscuramente ligado a su propia vida, no sólo lo inquieta, en realidad lo aterra. En un primer momento se levanta y se oculta, acurrucado, detrás de la silla, pero el humo sale cada vez más abundantemente, y ahora además tiene olor, huele al olor inconfundible del tabaco rubio procesado por las multinacionales.

La mano azul que hace tiempo que no hacía acto de presencia entra toda desplegada haciendo evidente cada uno de sus dedos y se dirige desde la izquierda, todo indica que va hacia donde el muñeco del títere tiembla envuelto además en la mano roja que indudablemente es aliada del títere, si es que no es también ella una esclava de él, pero esto por ahora no se sabe. La mano azul toma al muñeco del títere por las piernas y lo arrastra en dirección al espejo, la mano roja opone alguna resistencia, pero no mucha (¿es una traición al títere, o es todo un plan que no se entiende?). La mano azul ya casi ha llevado a nuestro muñeco al centro, ahora está de frente al espejo y se encienden ambas luces roja y azul y el títere, llevado por la mano roja sale de la mano del muñeco, que ahora vuelve a ser nuestro muñeco. El títere, evidentemente derrotado y furioso, entra por el espejo y ahora observa el rostro de su antiguo muñeco desde el otro lado. Ahora se hace plausible que todo era un plan de las manos para atrapar al títere del otro lado, pero esto sólo se supone, no se sabe. El títere se convulsiona en los márgenes del marco del espejo, grita, gruñe, pero por más que lo intenta no puede escaparse de la mano roja que de algún modo extraño lo lleva, lo aprisiona. Grita y pareciera morder el títere, pero nada de esto importa a la poderosa mano roja que ahora lo lleva.

Mientras tanto nuestro muñeco pareciera disfrutar ahora de una libertad inusitada, se mueve por el espacio, da vueltas, gira , y ya no le importa pasar frente al espejo desde donde el títere lo mira, pareciera incluso sentirse feliz con la mano azul que lo lleva, bailan juntos mientras el otro grita. Pero ¿qué sucede? Que el títere al parecer domina brevemente la voluntad de la mano roja (¿o es todo un plan que no entendemos?) y se retira por un momento hacia lo más profundo del otro lado del espejo y vuelve con un cigarrillo larguísimo encendido (es claro ahora que de ahí venía el olor) e intenta herir con la lumbre encendida al muñeco que aún no se ha dado cuenta de este peligro y baila. El cigarrillo que sale del marco sostenido por la mano roja (¿es ella o es el títere quien hace todo esto?) intenta quemar al muñeco que al darse cuenta de este peligro se tira al suelo, se acurruca y se cubre con la mano azul que ahora lo abriga.

Cuarto momento          

Al parecer el títere no da tregua con su resentimiento y ha mandado (¿o lo hace por voluntad propia, o siguiendo algún oscuro plan que aún no conocemos?) a la mano roja a que coloque el cigarrillo parado en medio del extraño cuarto donde toda esta realidad sucede. Es un cigarrillo largo, pero se entiende que cuando se acabe la vida del muñeco también habrá terminado. Ahora el títere se vuelve a mostrar detrás de su espejo, pero aparece feliz, y a su vez danza con la mano roja que ahora, al parecer, controla. El cigarrillo se consume lentamente en el piso. El Muñeco lo rodea y trata de apagar soplándolo pero es en vano, intenta ventilarlo con la mano, pero no se apaga. Incluso en un momento, y llevado indudablemente por la desesperación intenta apagarlo con su mano directamente en la braza pero sólo al acercarse grita. Es evidente que el fuego es demasiado grande para ser apagado por una mano tan pequeña. Detrás del espejo el títere se ríe. Al parecer a nuestro muñeco sólo le resta lo, hasta hace apenas un momento, impensable; seguramente tendrá que cruzar al otro lado del espejo y enfrentar al títere manipulador y a su posible mano roja. Hacía allá se encamina como un héroe; es llevado ágilmente por la amigable mano azul que ahora es su corcel guerrero, ya entra por medio del espejo, la cabeza primero, atrás los pies, el cigarrillo se sigue consumiendo ¿podrá hacer algo en ese universo al que se dirige tan desconocido?


Quinto momento

¿Qué ha pasado con ese espacio tan pequeño al otro lado del espejo que al parecer ha crecido tanto como si una tela negra que lo ocultaba todo hubiera caído? Tal vez precisamente eso, pero ahora se ven dos caras de seres humanos, dos cabezas llenas de pelo en la parte superior y poros por toda la piel que miran con los ojos muy abiertos, y como sorprendidos la llegada de este muñeco que ahora  está en sus dominios. Al lado de cada cabeza están cuatro manos que presumiblemente pertenecen de algún modo oscuro a estas cabezas. Las manos, una roja y una azul a lado y lado de las cabezas, se abren y se cierran mientras el muñeco mira todo abstraído, como ausente, parado sólo (seguramente la mano azul que lo servia es una de las manos azules que ahora se abren y cierran al frente y esto, es posible, lo confunde tanto que él ha quedado sin acción ninguna), y mientras en la esquina izquierda el conocido títere se reclina en una silla mecedora idéntica a la que ha quedado vacía en el otro lado del espejo. Ahora las manos vuelan por los aires, mientras las caras de las cabezas empiezan a abrir la boca y a cerrarla. Mueven los ojos a lado y lado... sí, las manos y las cabezas y sus caras están realizando una coreografía de gestos que seguramente es una bienvenida que le hacen al muñeco, pero de todos modos él parece no entender, sigue quieto y sin movimiento frente a todo lo que se le muestra.

De un momento para otro una mano roja y una azul atraviesan sin ningún problema a la dimensión de enfrente donde el cigarro ha seguido consumiéndose y ambas lo alzan y lo traen cerca a ellas, pasándolo también por el espejo, y mientras lo manipulan cooperativamente de esta extraña manera, dándole vueltas en el aire y pasándolo entre los dedos, las otras dos manos han ido por el títere que había continuado solo en su silla, y que ahora parece más inerte como si fuera sólo un objeto y no él títere que hasta hace poco conspiraba, tenebroso, para acortar, con la magia del cigarrillo, una vida. Mientras las manos que trajeron el cigarro juegan con él, como si no fuera un objeto precioso para nuestro muñeco, que oscuramente representa su vida, las otras manos también juegan con el títere, como si fuera sólo un juguete, y mientras tanto nuestro muñeco, aunque ya no sabemos si sigue siendo nuestro, sigue inerte, como si de alguna oscura manera el cambio de dimensión también lo hubiera insensibilizado....

¿Y qué pasa ahora? Una de la manos que se lleva el cigarrillo se acerca al muñeco y con sólo empujarlo levemente este cae, inerte y se queda tirado en el piso, y una de las manos que lleva el títere lo posa encima de su cuerpo que ahora es sólo el de un muñeco. La mano que se ha quedado con el cigarrillo lo acerca a la boca de una de las caras y ésta, con una boca precisa para una acción tan extraña le da una pitada larga que evidentemente lo consume más rápido, mientras la otra cara refleja una satisfacción grande, y estira los labios, para evidentemente, pedirle a su compañera fumar también un poco. El cuerpo del títere y del muñeco siguen inertes en el piso. El cigarrillo sigue siendo fumado, las manos y las bocas claramente aliadas se lo pasan de dedo en dedo y de labio a labio, y cuando ya está a punto de terminar dos manos una roja y una azul agarran al muñeco inerte y al títere y los devuelven por el espejo.

Ahora el muñeco tiene el títere puesto en la mano, y está sentado en suelo, como meditando. Así los han dejado las manos hace apenas un momento. La mano que lleva al títere está levantada, seguramente en señal de poder y autonomía, o al menos esto parece. Justo antes de que se acabe el cigarrillo las otras dos manos que no llevaron al muñeco y el títere al otro lado trasladan solemnemente el cigarrillo hacia donde el muñeco está sentado, tranquilo con su títere en la mano. Las caras ahora tienen un rostro neutro, atento, y miran al frente sin moverse. Las manos que sostienen el cigarro lo apagan sobre la cabeza del muñeco de sí mismo y este en vez de gritar por el dolor sonríe como quien ha llegado al éxtasis de una revelación que no se puede describir de tan oscura. Las caras de atrás sonríen y se miran entre sí, después cierran los ojos y toda acción allí termina.

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Imágenes: Jean Ignace Isidore Gerald Grandville (1803- 1847), caricaturista francés. Ilustró Los viajes de Gulliver. Más información.
               

  1. Inquietante y maravilloso, la atmósfera es quizá lo más abrumador pero al mismo tiempo, mantiene la atención.

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