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El tedio de la isla, por Isbel Gonzalez


ISBEL GONZALEZ


MAPAMUNDI

El mundo es enorme ¿sabe? ¿Perdón? Que es enorme. ¿Qué cosa señor? El mundo. Ah, sí. ¿No lee los periódicos? A veces. ¿Y no comprende que el mundo es inmenso? Ya le dije que sí. Pero no me cree. Oiga, le dije que sí. Sin embargo mi hijo piensa diferente. ¿Ah, sí? Sí, imagínate, él tiene una pelota con el mapamundi, desde que le dijimos que ese era el mundo cree que es así de pequeño, que cabe en sus manos. Que inocencia eh. ¿No vio el noticiero? No tuve tiempo, ¿por qué? No, por nada. ¿Usted es el último? Sí, pero los últimos serán los primeros. Bueno voy detrás de usted. No, mejor póngase aquí delante. ¿Cómo? Póngase aquí, cuélese. Oiga que a lo mejor no alcanza. No se preocupe esta cola nunca termina. Bueno, como usted quiera. Anoche murió un niño ¿sabe? ¿Qué? Un niño, que murió. ¿Usted lo conocía? Por supuesto. ¿Cómo se llamaba? Homo Sapiens Sapiens. Pobre criatura, pero vaya nombre que le ponen ahora a los niños. Y usted, ¿no lo conocía? No, primera vez que lo oigo mencionar. Ah, yo tampoco lo conocía, me lo presentó mi hijo. ¿Eran amigos de la escuela? No, que va, mi hijo sólo tiene dos años. Entonces, ¿cómo se lo presentó? En el televisor. Oiga señor, ¿me está tomando el pelo? No, en serio, fue en una noticia de la guerra, presentaron un niño muerto, mi hijo lo vio y me dijo con una sonrisa inocente: ¡Papá, nené!, y tiró su pelota contra la pantalla. ¿Y después? ¿Después?, la novela, mira ya le toca comprar. Y tú, ¿te vas sin comprar? Sí, yo realmente sólo vine a hacer la cola. Bueno, chao. Adiós.

Señor, aquí tiene su pistola. ¿Qué? El juguete, es uno treinta y cinco. Ah, no, gracias... mire, mejor déme una pelota.


LA RESPUESTA

Un puñetazo contra los fantasmas
ahora que estoy entre los vivos. ¡Trash!,
hoy que he llegado de la nada. Oh, plasmas
primogénitos del mundo; oh, Bach,
oh, Einstein, oh, Mahoma, oh, eternos retornos
y cenizas de Roma o viejos hornos
de Auschwitz. Esta vida pago al cash
cada minuto y segundo. Este mach
de materias y energías –sonó
el big bang, en sus marcas, listos, fuera–
el tiempo se ha echado a andar, la carrera
indetenible nos arrastra, y yo
soy un virus pequeñito, yo soy
un nómada en Sahara, un cowboy
en Montana, un esquimal en su iglú
comiendo focas, un tipo tirándose
a cierta rubia lindísima en blue
jeans en Ámsterdam, un tipo rapándose
la testa en Milán o acaso meándose
en una pagoda china en invierno,
pero vivo, cual Dante en el infierno;
ahora vivo, casi feliz, tomándose
unos tragos con los socios, la vida
muy en serio y algún afrodisiaco
para hacer el amor, que falta hace
en estos tiempos que está jodida
la biósfera, el ozono, Green Peace,
el dominio inglés y el huesito iliaco
de la economía. Ahora que todos
hemos dejado nuestras descendencias,
Hunos, Persas, Aztecas, Visigodos;
ahora que tantos dioses, tantas ciencias,
tantas artes, monedas, tantos modos
de hacer y de pensar nos son afines,
¿alguien puede decirme: en los confines
de todo qué se esconde? A grosso modo
decidme, tras el polvo de Hiroshima,
tras el odio y el amor, tras Las Vegas
y sus luces absurdas, tras la rima
de un soneto. Solo golpear a ciegas
no deseo, y abandonar la fiesta
sin saber el sentido, la respuesta.


CLOSE-UP

La patria es ara, nunca pedestal.
La novia de David es una gorda
inverosímil. El Che es una postal
carísima, con la imagen de Korda.

Nuestra justicia es ciega, también sorda;
ciega y sorda la vieja del portal 
del vecino y también daremos cal
a las aceras para el acto. Borda
y borda la ancianita en el sillón
un gran mantel que venderá en la plaza.

Alguien llega, compra una calabaza
para el almuerzo. Entra el comunistón,
close-up, David lo mira, se desplaza
la cámara, el tipejo –maricón–
le grita a Diego y me ilumina ahora
el faro mientras veo a dos lesbianas
besándose en la boca, y la demora
en la cola del Coppelia. Habanas
nuestras que cada cual odia y adora,
ciudad siempre inocente y pecadora.

Que sencillo mirar tras las ventanas
del Cohíba tu oscuridad lejana.
Que sencilla la limosna, creernos
buenos, tan buenos, y después comernos
exquisitas langostas, fumar puros
habanos, que sencillo, mientras tal
edificio se derrumba o más cual
calle se inunda de excrementos. Muros.


FROM: ULISES

Quién se va a morir de amor en estos tiempos en que el transporte está falseado en la estadística estatal. Quién regala no me olvides si las memorias de ocho gigas están inalcanzables. Yo quise a una muchacha de ojos triste y callados, pero lanzaron una bomba en Kandahār y nunca tuve espacio para amarla, y después, para colmo vino lo del ciclón (aún no se sabe la cifra exacta de cadáveres) y el celular que no funciona a esta hora y el satélite que pasa como espantando a Dios (Dios que, por cierto, nunca supo de amor) entonces, cómo amar a la muchacha si ya nadie nos llama homo sapiens, sino señor o compañero o Mister y soy a veces un código numérico. Pero ella tiene su e-mail y su beeper y me espera. penelopetg@hotmail.com, se llama Penélope, creo, debe llamarse así, tal vez mañana trate de contactarla, si tengo tiempo, bueno, si el servidor funciona, o se resuelve el problema del transporte.


EL TEDIO DE LA ISLA

Nada fue suficiente para el tedio. Le pusimos zanahorias y garrotes, ciegas revoluciones y consignas, pero nada fue comparable al tedio de la isla. Tuvimos la conquista y la promesa, la india sometida, la colonia, el guarapo y su verde satinado; pero nada, nada bastó, aún ladran los perros bajo la neblina y la gota gotea en la gotera: thic, thic, thic, goteando sobre el piso de la isla. Pero el tedio es marfileado, marmoleado, el tedio de la isla es la más dura sustancia. Para olvidar bebemos, pero persiste allí, en la resaca. Para olvidar hacemos el amor, pero el amor de la isla tiene matices tediopúrpura. Para escapar de sus centenarias redes destejemos sus hilos, pero la araña espera agazapada en el eterno corazón del país.

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