Ventriloquia
Muda
El ventrílocuo ha muerto. La Mujer,
contradiciendo el último deseo de su esposo, decidió no meter a
"Fausto" en el ataúd, aquel muñeco que tanta gloria le dio al ventrílocuo.
Como un gesto romántico , La Mujer acercó la marioneta hasta la ventanilla del
cajón para que le diera un último vistazo al que había sido su dueño, aunque en
sus rutinas por tantas veredas polvorientas del país durante más de 30 años,
“Fausto” siempre le llamara “amo”.
-¡Hasta nunca, hijo de puta!
Una voz aguda y macabra pareció salir del
fondo del muñeco, la concurrencia en el funeral quedó en silencio.
-Fuiste el peor padre y marido de todos, dijo
Fausto y luego giró su cabeza de madera y miró directo a los ojos de la mujer
que lo maniobraba.
-Me gusta mi nueva voz- fue lo último que dijo
el muñeco. La Mujer esbozó una sonrisa, ese fue el único instante de aquel raro
momento en que sus labios se movieron.
Hogar, dulce hogar
La mujer obesa y
diabética se mueve con lentitud por la sala. Llega a la cocina respirando con
dificultad. Toma aire un momento. Dirige su mirada hasta el espacio que hay
entre el techo y la alacena, teme que su marido haya encontrado sus preciados
dulces de coco.
Con el pie
izquierdo lleva hasta el rincón de la alacena un banco enano de madera. Le tomó
casi diez minutos poder encaramarse sobre este. Sus manos rebuscan en el vacío
y no encuentran nada.
-¡Maldito infeliz!,
dice en voz alta.
Un mareo repentino
la toma por sorpresa y el banco cede al movimiento. La mujer obesa y diabética
se viene abajo sin remedio. Antes de caer boca arriba sobre el piso la espera
el filoso borde de una pared que abre una brecha en su cabeza.
La mujer luce como
un cetáceo herido por un arpón. Trata de moverse y una de sus manos hace
contacto con algo tibio y espeso. La mujer gorda mira golosa sus dedos
empapados de aquella sustancia roja como jalea de cerezas, luego chupa sus
dedos y descubre con asombro que su sangre es más dulce que la miel.
Babys in Toyland
Los niños juegan
con el abecedario Mattel que sus padres les obsequiaron de regalo esta mañana.
Por accidente, uno de ellos se atora con alguna vocal creyendo que es un
delicioso caramelo. La letra plástica tapona la tráquea del pequeño, su
hermanita que apenas sabe balbucear algunas palabras, dice algo como: "tomate",
luego aplaude con insistencia mientras su hermano mayor se va poniendo morado
como una remolacha.
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